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Se reedita "Lista de locos y otros alfabetos" de la mano de la editorial Xordica

02-04-2019  ¦  Publicaciones

Han pasado ya más de 20 años desde la publicación de Lista de locos y otros alfabetos (Siruela, 1998). La semana que viene se presenta la reedición de la obra en Madrid.

Se reedita

La editorial Xordica acaba de reeditar una de las obras más personales de Bernardo Atxaga, Lista de locos y otros alfabetos.

La presentación será el próximo 9 de abril en la librería La buena vida de Madrid (Calle Vergara, 5). En el acto de presentación el autor conversará con el periodista Jesús Marchamalo y el editor Chusé Raúl Usón.

"Lista de locos" es un reunión de textos experimentales, de ficción y ensayísticos. Fue publicada en euskera por la editorial Erein (1998) y en castellano por Ediciones Siruela (también en 1998) y consiguió el Premio Euskadi de Literatura de ese mismo año. También se publicó en Dinamarca por la editorial Aschehoug Dank Forlag, y algunos de los cuentos del libro han sido publicados en antologías de Polonia, Hungría, Portugal y otros países.

Así explica Bernardo Atxaga cómo nació la idea de escribir estos dieciséis alfabetos que tratan de la literatura y de las distintas formas de narrar, y donde el autor, en un juego con el lector cómplice, compone una obra rebosante de frescura y originalidad.

«Dicen que los monjes de hace ocho o nueve siglos debían enfrentarse a públicos lejanos, a veces hostiles, reacios siempre a marchar tras los pasos de una demostración teológica o de una condena moral, y que de esta dificultad y de la necesidad de vencerla surgieron los Alphabeta exemplorum. Se trataba de que el peso de los discursos estuviera bien repartido, y de que cada una de las veintitantas letras del alfabeto correspondiente arrimara su diminuto hombro y contribuyera a llevar la carga: que la A demostrara la existencia del Alma, por ejemplo; o que la B tuviera a bien hablar de san Basilio (?). Cuando uno de estos Alphabeta exemplorum llegó a mis manos, yo ya estaba preparado para entender de qué servía aquel artilugio verbal (?). Decidí, pues, sin apenas dudarlo, apropiarme del método (...); pasó un año, y ya llegaban a la decena los alfabetos que habían salido de mi mesa para ser leídos o publicados en los lugares más dispares. Mis amigos comenzaron a preocuparse.»