Biografía de Bernardo Atxaga

(© Mari Jose Olaziregi. Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea)

Escribo en una lengua extraña

Escribo en una lengua extraña. Sus verbos,
la estructura de sus oraciones de relativo,
las palabras con que designa las cosas antiguas
-los ríos, las plantas, los pájaros-
no tienen hermanas en ningún otro lugar de la Tierra.
Casa se dice etxe; abeja erle; muerte heriotz.
El sol de los largos inviernos, eguzki o eki:
el sol de las suaves y lluviosas primaveras,
también eguzki o eki, como es natural;
Es una lengua extraña, pero no tanto.

Nacida, dicen, en la época de los megalitos
sobrevivió, lengua terca, retirándose,
ocultándose como un erizo en este lugar
que ahora, gracias precisamente a ella,
muchos llamamos País Vasco o Euskal Herria.
Sin embargo, su aislamiento no fue absoluto:
gato es katu; pipa es pipa; lógica es logika.
Como concluiría el príncipe de los detectives,
el erizo, querido Watson, salió de su madriguera
y visitó muchos lugares, y sobre todo Roma.

Lengua de una nación diminuta,
lengua de un país que no se ve en el mapa,
nunca pisó los jardines de la Corte
ni el mármol de los edificios de gobierno;
no produjo, en cuatro siglos, más que un centenar de libros:
el primero en 1545; el más importante en 1643;
el Nuevo Testamento, calvinista, en 1571;
La Biblia completa, católica, allá por 1860.
El sueño fue largo, la biblioteca breve;
Pero, en el siglo veinte, el erizo despertó.

(Bernardo Atxaga, Nueva Etiopía, El Europeo, 1996)


Biografía de Bernardo Atxaga

Bernardo Atxaga
José Irazu Garmendia, nació en Asteasu, Gipuzkoa, el 27 de julio de 1951. Seguramente, fueron el deseo de emular a grandes autores de la literatura universal, y la intención de esquivar la censura franquista algunas de las razones que le llevaron a adoptar el seudónimo de Bernardo Atxaga.

Es Licenciado en Económicas por la Universidad de Bilbao (actual Universidad del País Vasco), miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia, y ante todo, un apasionado de la literatura que ha demostrado que se puede ser universal escribiendo en euskara, lengua antiquísima, de origen preindoeuropeo y hablada en la actualidad por unas 700.000 personas. Como dice en el poema que ha servido de epígrafe a esta biografía, se trata de la lengua de un país que no se ve en el mapa pero que gracias precisamente a ella llamamos Euskal Herria o País Vasco. Hablar de Atxaga hoy significa, hablar del escritor en lengua vasca más traducido y premiado de todos los tiempos. El elenco de premios obtenidos incluye, entre otros, el Premio Euskadi (1989, 1997, 1999), el Premio Nacional de Narrativa (1989), el Premio Milepages (1991), el Premio Tres Coronas de los Pirineos Atlánticos (1995), el Premio Eusko Ikaskuntza (2002), el Premio Cesare Pavese de Poesía (2003), o el Premio de la Crítica Española (1978,1985,1988,1993,2003). En cualquier caso, suponemos que han sido los miles de lectores que Bernardo Atxaga tiene por todo el mundo, la buena acogida que ha tenido su obra la que le ha llevado a estar incluido en programas universitarios internacionales o en listados de autores imprescindibles del siglo XXI, como el propuesto por el periódico británico The Observer en 1999, “21 Top Writers”.

De Asteasu a Bilbao

Jose Irazu, Bernardo Atxaga, es hijo de padre carpintero y madre maestra. Ambos supieron inculcarle el amor a la lectura y escritura desde niño. Y ese amor vino inducido por libros que los padres le regalaron, tales como, Los papeles póstumos del Club Pickwick de Charles Dickens, y por los tebeos y enciclopedias que Atxaga leía en compañía de sus amigos de Asteasu. Fue precisamente en su primer cuaderno de tapas duras donde el autor escribió, a sus 13 años, su primer poema, aquel que rimaba en –ix: (“Tienes los ojos del color del onix, y tu pelo es como el de una morena de Guadix”...). Años más tarde, al descubrir el conocido soneto en –ix de Mallarmé, Atxaga celebraba la extraña coincidencia como un guiño que los espíritus del Parnaso le habían hecho ante su determinación de ser escritor (véase, Atxaga, Alfabeto sobre la literatua infantil, Ed. Media Vaca, Valencia, 1999).

Bernardo Atxaga en la presentación de Obabakoak en Francia

Bernardo Atxaga en la presentación de Obabakoak en Francia, año 1991.

El paisaje y las gentes del pequeño pueblo de Asteasu marcan la infancia del autor. Un paisaje verde, con caseríos dispersos en las montañas y habitado por una gente mayoritariamente vascoparlante, gente que gustaba de contar historias sobre animales y hechos fantásticos. Fueron esas historias las que Atxaga escuchó cuando con 9-10 años acompañaba a su padre de caserío en caserío a cobrar la luz. Años más tarde, allá por la década de los años 80, serán esas historias, ese mundo del pasado el que quedará plasmado en la geografía imaginaria creada por Atxaga: Obaba.

Pero antes de ello, otras geografías, otras ciudades vascas, tales como Andoain o San Sebastián, influirían en la formación literaria del autor. En Andoain, pueblo industrial guipuzcoano situado a tan solo 8 kilómetros de Asteasu pero que poco tenía que ver con el mundo rural que prevalecía en éste, Atxaga descubriría la biblioteca pública, un tesoro de lecturas para un adolescente ávido de textos. Stevenson, Melville, Conrad... son algunos de los autores que el autor leyó en la adolescencia. Ya en San Sebastián, mientras estudia el bachillerato en el colegio La Salle, Atxaga empieza a presentarse a concursos y a escribir colaboraciones para la revista del centro. Para entonces, estamos ante un joven Atxaga al que los amigos llamaban irónicamente Fedor (Dostoyevski) por su afición al autor ruso, o ante un estudiante al que los profesores amenazaban con suspender si volvía a citar a Giovanni Papini.

A finales de los años 60 Atxaga marcha a Bilbao a estudiar Económicas en la Facultad de Sarriko. Son años en los que el activismo político contra el régimen de Franco va de la mano de un activismo cultural que dio sus frutos en aspectos tan cruciales como el del incremento de las campañas de alfabetización y el afianzamiento de las escuelas vascas o ikastolas, la unificación de la lengua vasca (1968), la creación de nuevas editoriales que incrementaron la producción en euskara, el inicio de lo que hasta fecha de hoy se ha erigido en el mayor escaparate anual de la producción editorial en lengua vasca: la Feria del Libro Vasco en Durango (1965), el surgimiento de la canción moderna con grupos como Ez dok amairu que presentaron espectáculos tan novedosos como Baga higa boga... Se ha dicho que a la ortodoxia cultural vigente hasta la época, se contrapuso una heterodoxia cultural y política, impulsada por autores como el poeta Gabriel Aresti (1933-1975), el filólogo Koldo Mitxelena (1915-1987) y el escultor Jorge Oteiza (1908-2003).

El joven Atxaga publica en 1971 su primer relato, "Los que anhelamos escribir" en el periódico El Norte de Castilla, y obtiene una mención en el Premio Francisco de Cossío. Si algo destaca en él es su pertinaz deseo por convertirse en escritor.

Bernardo Atxaga, foto de Ernesto Valverde

Foto de Ernesto Valverde, jugador del Athletic de Bilbao, y posteriormente entrenador de fútbol en varios equipos.

Atxaga continúa en Bilbao, y fue precisamente en esta ciudad vasca donde Atxaga nació como escritor y donde descubrió un renovado universo literario, el de la lengua vasca, cargado de vanguardia y progresismo. En 1972, ve la luz el primer texto de Atxaga en euskara, la pieza teatral Borobila eta puntua, de claro corte experimental. Será el poeta bilbaíno Aresti quien en una carta personal le felicitará por el texto y le animará a seguir escribiendo, anticipando, incluso, su gran futuro como escritor vasco. La influencia y la generosidad de Aresti también se verán plasmados en los consejos que da al joven autor, consejos que pasan por recomendarle la lectura de los autores clásicos vascos, tales como Axular o Aguirre el de Asteasu. Son lecturas que se tornarán imprescindibles para el joven escritor que busca tener un lenguaje y estilos propios, una voz literaria. La admiración por Aresti también se verá plasmada en muchos de los textos que Atxaga escribirá en aquellos años, tales como en las colaboraciones que realizará para la revista Anaitasuna (como, por ejemplo, en el artículo: “Euskal Theatro Berriaren Bila” (Anaitasuna 74-1-31).

Tras finalizar la carrera de Económicas en 1973, Atxaga acude a realizar el servicio militar obligatorio, vivencia que se convertirá en un auténtico descensus ad inferos, experiencia que el autor plasmará años más tarde en su novela experimental: Ziutateaz (De la ciudad) (1976). Poemas suyos, como el titulado: “Crónica parcial de los 70” (incluido en su poemario Poemas & Híbridos, 1990) recogerán ecos de la terrible represión franquista que se respiraba por aquellos años:

Fue cuando la vida cotidiana derramaba
Cucarachas sobre la gente sin cesar,
Y se lloraba por todas la habitaciones
bien al estilo Snif; bien al estilo Buá;
Fue cuando se pasaba miedo y se gritaba
Si de madrugada sonaba un timbre o un tiro
Allí por el tercero A, o B, o por error....

Podríamos decir que el mundo cultural vasco fue, hasta la muerte del dictador Franco, un mundo prácticamente clandestino que carecía de las mínimas infraestructuras para desarrollarse como un sistema literario vasco. Un mundo silenciado que no existía en los libros escolares del País Vasco y que, a menudo, se asociaba peyorativamente con un mundo rural, un tanto “salvaje” y exótico, y con espacios y ámbitos (el rural o el marinero) alejados de los núcleos culturales urbanos, que se desarrollaban en castellano.

Tras terminar el servicio militar, Atxaga comienza a trabajar en un Banco de San Sebastián y crea, junto al escritor Koldo Izagirre, la revista Ustela (1975), de claro corte vanguardista y que abogaba por la autonomía del hecho literario.

Bernardo Atxaga junto a Ruper Ordorika

Bernardo Atxaga junto con el cantante Ruper Ordorika, en Vitoria, año 2000.

A finales de los 70, de regreso a Bilbao, Atxaga vivió años complicados en lo económico (combinó diferentes trabajos, como el de profesor de euskera, vendedor en una librería, trabajador de una imprenta...), pero fructíferos en lo literario. Bilbao volvió a ser el lugar donde encontró a sus afines literarios: grupos teatrales como Cómicos de la Legua-Kilikariak con los que colaboró en propuestas dramáticas renovadoras, ilustradores como Juan Carlos Eguillor con quien trabajará en atractivos libros para los más jóvenes, o a los integrantes de la banda Pott (Fracaso) (1978-1983). Dicha banda estaba compuesta, entre otros, por Atxaga, Joseba Sarrionandia, Ruper Ordorika, Joxemari Iturralde y Jon Juaristi, y publicó seis números de la revista Pott. Según afirmaba Joxemari Iturralde, los integrantes de Pott manifestaron sus preferencias literarias en torno a la literatura centroeuropea (Kafka, Werfell, Celan...) y por la literatura anglosajona (novela policíaca, cine, novela de aventuras...) que autores como J.L. Borges reivindicaron en sus escritos. Pero, ante todo, los miembros de Pott defendían la autonomía de la literatura, autonomía que en el contexto vasco de la época supuso una acérrima denuncia de la literatura que respondía a objetivos extraliterarios (objetivos nacionalistas, lingüísticos...). Los planteamientos de Pott fueron como una bocanada de aire fresco en el panorama literario vasco de la época y no cabe duda de que algunos de sus frutos, tales como el poemario Etiopia (1978) de Atxaga, marcaron el canon de la literatura contemporánea vasca.

Obaba

A comienzos de los años 1980, Atxaga optó por dedicarse profesionalmente a la literatura. La banda Pott se desintegra y el autor marcha a Barcelona a estudiar Filosofía. Son años en los que seguirá escribiendo textos dramáticos para grupos teatrales como Maskarada, o en los que publicará renovadores libros de literatura infantil, tales como: Chuck Aranberri dentista baten etxean (Chuck Aramberri en casa del dentista) (1982), ilustrado por J.C. Eguillor, o Txitoen istorioa (Historia de unos pollitos) (1984), ilustrado por Asun Balzola. Pero no cabe duda de que será la invención de la geografía imaginaria de Obaba la que marcará un hito en la evolución literaria del autor. Es en el cuento Camilo Lizardi erretore jaunaren etxean aurkitutako gutunaren azalpena (Exposición de la carta del canónigo Lizardi) (1982), ganador del Premio Ciudad de San Sebastián, donde aparece por primera vez Obaba. Y sabemos que fue una canción de cuna vizcaína que Atxaga escuchó cantar a la dueña de una pensión de Bilbao la que inspiró ese nombre.

En el Dylan Thomas hall de Swansea, Galés

Antes de una lectura en el Dylan Thomas hall de Swansea, Galés. Foto: Asún Garikano.

Convertida en un infinito virtual donde cabe situar relatos de corte fantástico, Obaba es un lugar indeterminado, una mezcla de recuerdos e historias fantásticas que ha resultado igual de sugerente para los lectores de las diferentes traducciones. En Obaba se sitúan algunas de las narraciones más conocidas del autor, tales como Sugeak txoriari begiratzen dionean (Cuando la serpiente mira al pájaro) (1984), Bi letter (Dos letters) (1984), la novela Bi anai (Dos Hermanos) (1985) pero, en especial, Obabakoak (1988), traducida en la actualidad a 26 idiomas y que mereció el aplauso unánime de la crítica nacional e internacional. La película Obaba (2005) de Montxo Armendáriz rinde un emotivo homenaje a esta geografía imaginaria de Atxaga.

Las descripciones de Obaba hablan de una geografía vivida, una geografía que remite a espacios presentes en la infancia del autor que sirven de excusa narrativa para transmitir un mundo antiguo en el que no rige la causalidad lógica sino la mágica. La oposición entre Naturaleza y Cultura es la que condiciona el devenir de los acontecimientos en Obaba, y en realidad, se trata de un mundo premoderno, donde no existen palabras como “depresión” o “esquizofrenia” y donde se recurre a los animales para explicar acontecimientos incompresibles para sus habitantes. Por ello, en el territorio de Obaba, es factible que se acepte la metamorfosis de un niño en jabalí o la creencia de que un lagarto puede volvernos locos tras introducirse por nuestro oído.

Otros lugares, otros territorios

Lekuak (Lugares) (2005) es el título de la última creación de Atxaga, un conjunto heterogéneo de relatos, a caballo entre la ficción y otros géneros como la crónica de viajes o el ensayo, de claro sustrato biográfico, y organizado en torno a una red de espacios, reales o ficticios, en los que la mirada del autor ha recalado en los últimos años. Y esa mirada nos habla, por ejemplo, de una biografía que a raíz del éxito internacional obtenido por Obabakoak, se ha tornado viajera y trata de atender a las múltiples llamadas de editores, universidades, críticos... lectores, de todo el mundo. Una biografía literaria que, además, se ha detenido en la década de los años 1990 en otros territorios, como en el del miedo, y ha tratado de mirar a la conflictiva realidad política vasca de los últimos 50 años. Fruto de ello son tres de sus novelas más conocidas y traducidas: Gizona bere bakardadean (El hombre solo) (1993), Zeru horiek (Esos cielos) (1995) y Soinujolearen semea (El hijo del acordeonista) (2003). Todos ellos son intentos de quebrar un discurso monológico (sea nacionalista o no) y de mostrar su rechazo a la violencia y su apuesta por el diálogo y la vida. No era otro el objetivo que buscó con una de sus novelas juveniles más acertadas de la década de los 1990: Behi euskaldun baten memoriak (Memorias de una vaca) (1991).

Junto a Mikel Laboa, en Olomouc (República Checa), octubre de 2004

Participando en un acto junto a Mikel Laboa en Olomouc (República Checa), octubre de 2004.

En cualquier caso, a pesar de haberse convertido en uno de los pocos escritores profesionales en lengua vasca, Atxaga ha continuado siendo, en las dos últimas décadas, un creador que sigue buscando complicidades literarias entre sus iguales. De ahí algunos de los proyectos en los que se ha visto inmerso activamente, tales como, el grupo Emak Bakia Baita (1992), o las revistas Garziarena (1992-4; 1997-8), o Luxia (1993). Digamos que Atxaga ha buscado el contacto directo con sus lectores y que, en este sentido, las lecturas poéticas y recitales que ha realizado, tales como: Henry Bengoa Inventarium, 1988; Lezio berri bat ostrukari buruz (1994); Itzultzaile bat Parisen (1996), o Groenlandiako Lezioa (1997), le han servido para revalidar, cada vez, su buena acogida entre los lectores vascos.

Sea subvirtiendo los estrechos márgenes entre los géneros literarios con propuestas literarias como Groenlandiako Lezioa (Lista de locos y otros alfabetos) (1998), sea buscando complicidades con cantantes como Ruper Ordorika o Mikel Laboa en libros como Poemas & Híbridos (1990) o Nueva Etiopía (1996), sea colaborando con artistas de la talla de Eduardo Chillida o Jose Luis Zumeta, Atxaga se ha convertido, tal como vaticinó el gran Gabriel Aresti, en “el sexto escritor euskaldun de la Historia”. Un profesional de la literatura, que desde la ciudad vasca de Vitoria-Gasteiz en la que actualmente reside con su familia, sigue siendo aquel escritor entusiasta que decidió dedicarse a la literatura escrita en lengua vasca allá por la década de los años 1970.